Hoy quiero reflexionar un poco sobre las novedades que el mes de noviembre ha traído a mi vida escritoril. Aunque todo comenzó un poco antes, allá por septiembre, he decidido hablar de este tema ahora que es cuando el esfuerzo está empezando a dar sus frutos.
Como decía, empezó hace un par de meses con este artículo de Gabriella Literaria (juro que no me paga por promocionar su blog) en el que introducía el concepto del SAR (sistema de activación reticular) que, a modo de resumen muy básico, nos ayuda a filtrar la información que recibimos y cómo este concepto podía aplicarse para mejorar nuestro rendimiento como escritores.

Si no habéis entendido nada de lo que acabo de decir, no pasa nada, es normal y os recomiendo leer el artículo porque Gabriella lo explica divinamente.
Al final del artículo, ella propone como ejercicio hacer una lista de metas que queramos alcanzar y echarle un vistazo como mínimo una vez a la semana. Me pareció una idea sencilla de probar, así que hice una lista con metas variadas, desde algunas que me parecían complicadas a otras que eran bastante sencillas. La lista completa me la guardo para mí, pero voy a hablaros de algunas de ellas.
1. Publicar una novela
De toda la lista, esta era sin duda una de las metas más importantes y, posiblemente, la que me parecía menos asequible.
Poco antes de leer el artículo había enviado mi manuscrito a un par de editoriales sin grandes esperanzas. Si te has molestado en cotillear un poco por el blog y has llegado a la sección de Mis libros y relatos es posible que te hayas dado cuenta de que los dos libros anteriores que escribí fueron un simulacro lamentable. Así que, aunque es el tercer manuscrito que termino, podríamos decir que esta es mi primera novela de verdad.
Esperaba, como la mayoría de escritores inocentes que intentan publicar con una editorial, recibir varios rechazos y algunos silencios, mientras soñaba con recibir una respuesta afirmativa algún día. Los rechazos no llegaron, pero lo que sí llegó a finales de octubre fue una agradable sorpresa de la Editorial Titanium y, con ella, un contrato que firmé a primeros de noviembre.

2. Participar en convocatorias de relatos y novelettes
No estoy acostumbrada a que gente desconocida lea mis historias y es una idea que, si lo piensas, da un poco de reparo. Para remediarlo, decidí que participar en algunas convocatorias podía ser una buena idea. Hasta ahora, solo había presentado relatos al Reto (por cierto, está abierta una nueva convocatoria) y aquella vez que me atreví a enviar una patatilla al Premio Ripley.
Empecé escribiendo un relato de ciencia ficción para la revista Supraversum, gracias a una amiga que me pasó el enlace a su convocatoria. Me pareció especialmente interesante porque el límite máximo de palabras eran mil quinientas y yo no había escrito nada tan corto en toda mi vida. Fue un reto divertido y me gustó la experiencia, pero, si no lo aceptan, es posible que le dé una vuelta y lo alargue porque todos mis lectores betas coinciden en que les supo a poco y quedaron con ganas de más.

Aunque ese no fue el mayor reto en cuanto a brevedad. El día de las escritoras, los chicos de Origen Cuántico organizaron una iniciativa muy bonita. Nos pidieron que enviáramos microcuentos de terror, ciencia ficción o fantasía para publicarlos ese día en su web. Y allí estaba yo, que no he escrito nada de menos de ochocientos millones de palabras en mi vida (palabra arriba, palabra abajo), intentando ajustarme al límite máximo. Costó, el resultado no es perfecto, pero conseguí enviarlo y lo publicaron. Con mi nombre. Acompañado de los textos de otras mujeres maravillosas.
Después recibí en mi correo una invitación a participar en una convocatoria de fantasía contemporánea para una antología de Triskel Ediciones. No había escrito algo así en mi vida y lo descarté en un principio, pero después recordé la lista y no me quedó más remedio que intentarlo. No voy a dar muchos detalles al respecto porque aún no ha salido el fallo, pero sí diré que al final quedé satisfecha con el resultado.

Entonces llegó la Editorial Cerbero y sacó su convocatoria de realismo mágico. Yo la miraba de vez en cuando y, cuanto más leía las bases, más me convencía de que no era para mí. Nunca he leído nada de ese género y estaba tremendamente perdida, así que tiré por la única mención que aparecía en sus ejemplos que conozco bien: Amanece que no es poco.
Le di vueltas, más vueltas y otras pocas más, pero no se me ocurría ninguna idea que me convenciera. Sólo tenía el nombre del pueblo: Cogolluelos de Valdefaunillo. Nada más. Tengo por costumbre martirizar al pobre inocente que comparte su vida conmigo contándole las ideas que me van surgiendo para que juzgue cómo de loca estoy (spoiler: normalmente, mucho). En cuanto le dije el nombre del pueblo, se enamoró. Los primeros días se reía cada vez que lo nombraba. Una muy buena señal, pero la idea seguía sin venir.
Decidí dejarlo de lado y centrarme en otras cosas (la convocatoria de Triskel tenía prácticamente la misma fecha de entrega), pero estaba la lista y el pobre inocente que me insistía en que no privase al mundo de Cogolluelos. Al final me rendí y el mismo día que vencía el plazo, me senté delante del ordenador y no paré hasta terminarlo. En honor a mis lectores beta diré que no tuve que amenazarles con muerte y torturas varias, sino que bastó con la promesa de una futura invitación a comer para que se lo leyeran todos del tirón y me lo devolvieran a tiempo de corregirlo.

Lo envié contenta, orgullosa por haber sido capaz de terminarlo, pero también un poco avergonzada porque no estaba nada segura de su calidad. Por lo general, me gusta dejar reposar las cosas antes de corregirlas y seguramente la historia hubiera ganado muchísimo si hubiese podido dedicarle más tiempo. Por eso, cuando salió la lista de los relatos seleccionados y vi mi nombre en ella, casi me atraganto (no es culpa mía que lo comunicaran a la hora de la comida). Cogolluelos de Valdefaunillo. Mi primer relato ganador de un premio (porque todos sabemos que ganar el Reto se castiga, no se premia).
La última convocatoria en la que tengo intención de participar por el momento es la que ha organizado Amanecer de novelettes de fantasmas, si logro recortar la mía lo suficiente como para cumplir las bases. Lo que nos lleva al siguiente punto.
3. Crear rutina diaria de escritura
Por lo general, siempre he intentado escribir lo máximo posible con mayor o menor éxito, pero antes lo hacía únicamente los días laborables. Me propuse ampliar mi rutina a los fines de semana y, para calcular cuánto soy capaz de escribir como media diaria, decidí participar en el Nanowrimo convirtiendo una novela que tenía empezada en una novelette que enviarle a la Editorial Amanecer.
Ni de lejos soy capaz de llegar a las cincuenta mil palabras en un mes, pero fijarme un objetivo claro me ha servido para tener un buen motivo por el que madrugar los domingos. Además, he terminado la novelette. Ahora solo tengo que quitarle las doce mil palabras que le sobran para que la gente de Amanecer la acepte. Ya tengo objetivo para diciembre.

4. Actualizar el blog de manera periódica
Llevo regular lo de escribir en el blog; considero que no tengo nada especial que compartir con la gente y me cuesta mucho encontrar ideas, pero también creo que es importante. Me he propuesto publicar una entrada mensual, porque no tengo tiempo ni ideas para hacerlo con mayor frecuencia. Y aquí estamos, al límite del plazo de noviembre, intentando terminar esta entrada y pulsar el botón de publicar a tiempo.
¿Por qué he escogido este tema? Primero porque es mi blog y puedo elegir de qué me apetece hablar en cada momento. Segundo porque hay mucha gente que piensa que esto de escribir no sirve de nada si no tienes contactos y yo soy un buen ejemplo de que no es verdad.
Para empezar, te sirve a ti mismo y solo por eso a mí ya me merece la pena, pero es que además se puede conseguir publicar tu libro sin que nadie te conozca. (¡Hola, hay seis personas siguiendo este blog y he encontrado editorial!). Si no lo hubiera logrado, posiblemente hubiera auto editado Propósito, Logro, Duelo, pero no ha hecho falta y estoy muy contenta. Ahora solo necesito que alguien desconocido (no, mamá, tú no cuentas) lo compre para ser totalmente feliz y si encima le gusta, es muy posible que explote de alegría.
Si lo hubiera intentado con una de mis dos historias anteriores, no lo hubiera conseguido y lo sé porque objetivamente les falta calidad. Pero me he esforzado y sigo buscando técnicas que me ayuden a escribir más y mejor, como la del SAR y otras tantas. Hacer autocrítica es complicado, pero es imprescindible para avanzar y lograr alcanzar nuestras metas.
Para todos aquellos que no habían disfrutado antes del dudoso honor de enfrentarse a mi ARTE hombrepalista, aclaro que todas las imágenes son originales y han surgido a partes iguales de una mente enferma y una mano inútil: la mía. Y sí, la cutre-calidad de las fotos también es marca de la casa.
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