6 Propósitos literarios para mi nuevo proyecto

Cuando terminé mi último manuscrito, contraté un informe de lectura. Lo hice por varias razones, pero creo que la más importante a la hora de decidirme fue que necesitaba alguien imparcial que me dijera que no era una chusta insufrible capaz de aburrir a un caracol. De otro modo, no sé si me hubiera atrevido a enviarlo a alguna editorial.

¡¿Pero es que nadie va a pensar en los caracoles?!

El caso es que aprendí muchas cosas gracias al informe de lectura; algunas que no sabía y otras que confirmaron lo que ya sospechaba. Así que, una vez terminada la enésima corrección y habiendo decidido centrarme en nuevos proyectos, he hecho una lista de cosas en las que creo que debo mejorar con mayor urgencia.

Es una lista bastante básica, pero he pensado que quizá podría ser útil compartirla; tal vez ayude a gente que comete estos u otros errores a ver que no es para tanto. Esto va de mejorar y para eso, lo primero es reconocer dónde está el problema y trabajar para solucionarlo, así que, aquí está la lista con los seis propósitos que me fijado para mi nuevo proyecto:

1. Lo bueno si breve...

Recuerdo que cuando comencé ese proyecto de novela hace varios años (mejor no pienso cuántos que me mareo) me propuse dos cosas:

  1. Que fuera autoconclusiva
  2. Que no superara las 400 páginas.

La primera la conseguí, la segunda… Digamos que para el siguiente me conformo con no llegar a las 1000. No pude evitarlo, la premisa era demasiado ambiciosa y más aún, si quería cumplir la restricción número uno.

Soy una escritora mapa, si no organizara todo lo que voy a contar y preparara una estructura clara, no terminaría nunca nada. En general, las historias nacen en mi mente a partir de escenas concretas (de hecho, recuerdo cuál fue la que hizo surgir cada una de las historias que he escrito). Y cómo llegar de una a otra es algo que relleno gracias a esa estructura que tengo preparada. Como todos sabemos, la primera idea no suele ser la mejor y finalmente visualizo nuevas escenas que voy colocando en su sitio para que todo tenga sentido, reemplazando la idea sosa de mi estructura por algo vivo.

Mi problema comienza cuando no existe esa inspiración, esa idea feliz que convierte la parte entre escenas en importante en sí misma. Siempre me ha costado mucho escribir esas transiciones, pero si no lo hacía sentía que era peor escritora, como si estuviera intentando evitar enfrentarme a algo que no se me daba bien. En mi obsesión por rellenar los huecos, terminé atiborrando el libro de escenas que no aportaban nada en sí mismas solo por demostrarme que podía escribirlas.

Cuando recibí el informe de lectura, alguien con criterio había escrito en él: «este tipo de escenas, las puedes convertir en un bonito resumen y todos tan contentos» y fue como si alguien por fin me hubiera dado permiso para dejar de perder tiempo y espacio en cosas superfluas. Y es que, a veces, hundida en el fango, cuesta distinguir lo que es necesario de lo que no.

Para mi nuevo proyecto, me he propuesto eliminar todas las escenas intermedias que me solía imponer a la fuerza y que considero que no aportan nada ni a la trama ni a la caracterización de mis personajes. Todas aquellas que desaparecieron de mi manuscrito anterior después de varias revisiones machete en mano. Veremos qué tal resulta. Después, ya habrá tiempo de enfrentarme a los «¿por qué?». «¿Pero cómo?» «¿Esto de dónde sale?»… Y demás preguntas de mis lectores beta.

Nadie puede huir de los lectores beta.

2. Hola, me llamo Virginia y tengo un tic

Cuando comencé a plantearme la posibilidad de intentar publicar lo que escribía, leí por esos internetes del mundo que la mayoría de escritores cuyos textos no han sido nunca revisados por un ojo experto, tienen tics y manías al escribir. Así que, revisé el manuscrito de arriba a abajo en busca de esas expresiones repetitivas e insustanciales que estaban ensuciando mi texto.

¿Serían los sin embargo? ¿Los quizá? ¿Los por supuesto?

Me volví loca y no encontré nada, pero algo había, estaba segura. Un ojo experto lo vio enseguida: repito los nombres de los personajes, mucho, muchísimo. Tanto como siete veces en un párrafo. ¡Locurón! ¿Cómo no lo había visto? Pero la realidad es que no, no lo vi y si no me lo hubieran dicho posiblemente lo seguiría haciendo.

Juro solemnemente revisar cada escena que escriba de mi nuevo proyecto para quitar nombres y sustituirlos de algún modo. Prometo contar cada nombre en cada escena, de manera compulsiva, hasta estar segura de que está equilibrado.

3. De foodporn y despachos

Otra de las cosas en las que no me fijé mientras redactaba el manuscrito y que debería haber sido evidente es la repetición de escenarios. Casi todas mis conversaciones ocurrían en lugares muy similares (despachos, restaurantes o el salón de una casa). ¿Fue por ahorrar espacio en descripciones y así acortar ese libro interminable? Tal vez te preguntes (o muy probablemente no, pero te contesto de todos modos). Pues no. Los lugares eran parecidos porque realmente el escenario me parecía irrelevante, lo importante de esas conversaciones era el mensaje.

Y cuando el problema no era el escenario, lo era la acción que lo acompañaba. Uno de mis lectores beta me dijo algo así como que de todo lo demás no habría, pero lo que era comer… me venía haciendo falta un tratamiento contra el foodporn de manera urgente.

No hay ninguna buena razón capaz de justificar unos escenarios repetitivos y sosos. Después de hartarme a corregir y corregir, en mi nuevo proyecto empiezo la planificación de cada escena de diálogo pensando en qué escenario debería mostrar para no tener que describirlo más adelante en otras escenas de acción/más intimistas, esto hace que la historia avance de forma mucho más orgánica. También es cierto que el manuscrito anterior era más filosófico y reflexivo, mientras que en el que estoy trabajando ahora es más físico y tiene más acción. Espero ser capaz de encontrar un equilibrio.

4. El bucle infinito

Otra de las cosas que he descubierto revisando mis textos es que hay ideas que se repiten, especialmente en los diálogos. Había alguna mención en el informe literiario acerca de esto, pero terminé de entenderlo del todo cuando me leí “Cómo sobrevivir a la escritura” de Gabriella Campbell en el que explica (entre otras muchas cosas interesantes) el problema del ruido y la redundancia.

En general, resulta difícil reunir a todos los personajes para discutir un mismo tema en una única escena. Muchas veces, terminaba repitiendo las mismas ideas en varias escenas con distintos protagonistas. Es algo casi inconsciente y no se me ocurre mejor forma de solucionarlo que leer y releer con ojillos atentos y pedirle expresamente a mis lectores beta que señalen en el texto alguna que se me haya escapado. Aun así, posiblemente termine pagando una revisión profesional para estar 100% segura. Al fin y al cabo, hay gente maravillosa por ahí suelta, con mucho más conocimiento que yo, que también tiene que comer.

5. Los personajes de atrezo

En general, tengo una tendencia grave a la superpoblación mundial. En mis historias aparecen siempre montones de secundarios, muchos de los cuales solo sirven para hacer bulto. Y ahí reside mi problema que está muy relacionado con lo que comentaba de los escenarios. Son lo que yo llamo personajes de atrezo. Este error  tiene una doble vertiente:

  1. Señores anodinos: Gente gris que se comporta  igual, habla igual y en su descripción física no destaca nada. 
  2. Diosas estrafalarias: Personajes que van en grupo con nombres extraños y rimbombantes y descripciones psicotrópicas.

Ambos sirven al mismo propósito, ambientar el mundo y ambos son un error por distinto motivo.

Os presento a mis niños.

Conozcamos mejor a los señores anodinos. Surgen básicamente de la necesidad de poblar el mundo, porque no puede ser que los protagonistas no se encuentren con gente en su deambular. El problema es que está gente no tiene nada que aportar como individuos y simplemente se dedican a mover la acción. Por ejemplo, el funcionario que les sella un importante documento o el camarero de un tugurio.

Mientras que las diosas estrafalarias son esos seres que aparecen aquí y allá para dar colorido al mundo. En este caso, la caracterización está muy diferenciada, pero es excesiva para un personaje que no es ni secundario, sino que forma parte del mobiliario. Estos personajes distraen. Mucho, por lo que comentaban los compañeros que se leyeron mi relato Indignos, sobre todo cuando tienen nombres complicadísimos que nadie recuerda.

En mi nuevo proyecto estoy tratando a los personajes de relleno como hacía con los secundarios, dándoles personalidad y características propias, pero sin que estorben. O lo que es lo mismo: convirtiendo a mis diosas estrafalarias en los señores anodinos que necesito. Veremos en qué acaba la cosa.

6. La tecnología y yo

En mi anterior manuscrito me dediqué a ir creando mi mundo sobre la marcha, a medida que lo iba necesitando. Habrá gente a la que esto le funcione, pero a mí no, la verdad. Para empezar soy muy de letras y la ciencia me parece poco menos que magia arcana de alto nivel, así que tuve que documentarme mucho para aportar cualquier dato tecnológico mínimamente creíble. Cuando el tiempo es escaso, es difícil dedicarte a temas que te resultan tan ajenos, así que iba marcando esas partes que requerían de documentación para hacerlo más adelante.  Cuando terminé el manuscrito y quise insuflar vida a mi mundo tuve que meter detalles con calzador aquí y allá. No funcionó, así que me tocó que reescribir algunas partes para que la cosa encajara.

Nunca más. Mi próximo proyecto lo he empezado por el worldbuilding. No cerrando todo al detalle, pero sí con unas ideas generales muy claras que me sirvan de guía. Ahora intento buscar una documentación mínima que me permita seguir adelante con la escena y ampliarla más adelante cuando corrija esa capítulo. Espero evitar meses de frustrante reescritura.

Una cosa más para terminar

Por último, me gustaría mencionar otra cosa que aprendí gracias al informe de lectura: que mi manuscrito tenía también muchas cosas buenas. Parece una tontería, pero a veces viene bien que alguien te lo recuerde, alguien que no te conoce de nada y no se preocupa por no herir tus sentimientos. Solo por eso, mereció la pena. Aprender de nuestros errores es muy necesario, pero tampoco conviene dejarse arrastrar por ellos al mundo del drama absurdo.

Para todos aquellos que no habían disfrutado antes del dudoso honor de enfrentarse a mi ARTE hombrepalista, aclaro que todas las imágenes son originales y han surgido a partes iguales de una mente enferma y una mano inútil: la mía. Y sí, la cutre-calidad de las fotos también es marca de la casa.

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