Participar en un club de lectura es una experiencia muy enriquecedora que recomiendo sin dudarlo. El nuestro no es perfecto, más bien todo lo contrario; a veces me desespera y sueño con muerte y destrucción a gran escala, pero me ha aportado muchas cosas buenas. La mayoría de ellas se las debo a mis conejillos de indias, también conocidos como miembros o compañeros (sabéis que es con cariño). Y no solo como apasionada lectora, sino también como escritora.

Un club de lectura no requiere tanta dedicación como pudiera parecer en un principio, siempre y cuando cada cual busque (o cree) uno que encaje con sus necesidades. En mi caso, por ejemplo, sacar tiempo para quedar con gente resulta muy complicado y si me hubiera empeñado en unirme a uno que hiciera reuniones periódicas, probablemente habría terminado suponiendo una obligación y lo hubiera abandonado el primer año. En nuestro caso, por ejemplo, decidimos comentar las libros en un foro para que fuera más flexible, con la ventaja añadida de que así podía participar gente de todas partes y no solo los que vivimos en Madrid.
Como no quiero aburrir a nadie describiendo las incontables maravillas de nuestra infalible organización, voy a pasar directamente a enumerar los beneficios que a mí, como escritora aficionada, me reporta.
1. Puede proporcionarte ideas que nunca habrías tenido por ti mismo
El club de lectura ha terminado siendo para mí una gran fuente de inspiración. En primer lugar, por el motivo más obvio: te fuerza a leer libros que no tenías en la pila; algunos porque son de géneros muy distintos a los que lees habitualmente, otros porque jamás habías oído hablar de ellos y sí, también están esos que no hubieras tocado ni con un palo de otro modo y que, en algunos casos, resultan ser una maravilla y en otros… ¡ojalá te hubieran dado un palo o incluso una pala para lidiar con ellos! Como escritor, leer es imprescindible y cuanto más variado, mejor.

Pero no solo enfrentarte a esas obras que nunca creíste que te esperaban a la vuelta de la esquina aporta ideas, también lo hacen los comentarios de tus compañeros de club. Durante las discusiones sobre libros surgen ideas loquísimas (sobre todo si te juntas con gente que participaría voluntariamente en una actividad conmigo) o muy centradas, según el estilo de cada cual. Luego ya, como escritor, uno puede jugar a mezclarlas como mejor le parezca para encontrar su propio camino.
2. La riqueza de los puntos de vista diferentes
Este verano, un compañero y yo nos enzarzamos en una sana discusión sobre las motivaciones detrás de los actos de un personaje secundario porque cada uno lo entendíamos de manera diferente, según nuestra propia experiencia/forma de ver el mundo. Muy posiblemente, no llegaremos a saber nunca quién está en lo cierto porque el libro no da más información que la que ya tenemos, así que podemos quedarnos cada cual con su versión y tan felices.

En ocasiones es difícil salir de nuestra propia cabeza para crear personajes que actúen de un modo que no tiene nada que ver con lo que nosotros haríamos en una situación determinada o encontrar motivaciones para sus actos más allá de las que hemos visto/leído a lo largo de nuestra vida.
Sin embargo, cada persona tiene experiencias en algún ámbito que no tienen nada que ver con las de los demás. Puede ser por el tipo de trabajo que realizan, por el lugar en el que han vivido, por su entorno familiar… El caso es que todos tenemos recuerdos que nos hacen interpretar ciertas cosas de manera muy distinta a como lo hace el resto.
Por desgracia, hay un número limitado de experiencias que cada cual puede vivir (aunque esforzarse por aumentarlo cada día nunca viene mal). Compartir el punto de vista de otras personas multiplica tus opciones.
3. Ayuda a comprender lo que funciona (o no) en un libro
Supongo que no soy la única que alguna vez ha leído un libro que no estaba mal; bien escrito, de fácil lectura e historia correcta, pero que no te termina de convencer del todo. Mientras que otro peor redactado, con una historia cuestionable o bastante más árido nos llega directo a la patata. Y también están esos que ni te gustan ni te dejan de gustar, sin más.
Si me paro a analizarlos con detalle, al final suelo encontrar el motivo, pero hay veces que algo no encaja o te encanta y no estás seguro del por qué. Hasta que lo lees. Alguien que sí tiene clara esa razón que tú llevas tanto tiempo buscando y encima, decide compartirla contigo.
Cierto es que puedes dedicarte a revisar reseñas por internet hasta que un lector desconocido te proporcione esa clave que te faltaba, pero: en un club tienes un grupo de personas que aman la lectura (si no qué iban a hacer aquí con las obras que escogemos a veces), se han leído las mismas páginas que tú acabas de terminar y están concentradas en un mismo sitio. Además, si te ha quedado alguna duda sobre su opinión, puedes preguntarles por ese algo que no les ha convencido o que les ha encantado y ahondar en sus motivos.
Una vez que tienes la respuesta, analizar la técnica o falta de ella del autora (guiño retero) es sencillo. Se puede aprender mucho estudiando lo que a otros les funciona y también muchísimo de aquello que no. Los libros malos son un excelente manual de aprendizaje. Lo que nos lleva al siguiente punto.
4. Descubrir lo que los lectores no soportan
Otro de los aspectos que me resultan tremendamente útiles del club es la gran oportunidad que me proporciona de descubrir esos errores que sacan de quicio a los lectores. Esos pequeños detalles que despiertan a la bestia que llevan dentro.
Es importante hacer aquí un inciso para no volvernos locos: hay que saber distinguir entre lo que no gusta a una persona en concreto y lo que es un error real. Por ejemplo, en el club de lectura tenemos gente que aborrece las escenas violentas y los personajes amorales porque les cuesta identificarse con la historia, mientras que a otros les aburren soberanamente los personajes buenecitos y heroicos. Ni un tipo de personaje ni el otro es un error siempre que estén bien construidos; es una cuestión de gustos.

Sin embargo, un compañero (vale, sí, el mismo de antes) explicaba hablando de uno de los libros, que le sacaban de quicio los escritores que insistían en describirte la personalidad de un personaje de una determinada manera (en este caso alguien que supuestamente era muy rebelde) cuando todos sus actos contradecían esa definición (al final seguía siempre todas las reglas).
Independientemente del análisis del libro en concreto, un personaje cuyos actos no son consecuentes con la personalidad que se le presupone es un error salvo que la trama exija que sea así por una razón en concreto (está fingiendo, es un clon, le han lavado el cerebro…).
Tener claro qué odia la gente, hace que instintivamente intentemos evitarlo por todos los medios posibles (yo suelo solucionarlo mandando a mis magos al super. Quizá una futura entrada del blog ahonde en este despropósito o quizá no).
5. Los estereotipos también existen en la mente del lector
Tengo un personaje femenino con gran protagonismo en una de mis historias, es una extraterrestre cuya apariencia no es humana. Apenas se mencionan su cuerpo y su cara más allá de los rasgos que la diferencian de nosotros. Es un personaje que inspira lástima en la gente que la rodea, ternurica, no deseo físico. Alguien me dijo que la historia le había gustado, pero habría preferido que la chica no fuera tan guapa.
No es la única vez que me ha pasado; la gente suele asumir que una mujer es una belleza a menos que insista en lo contrario, porque es a lo que nos han acostumbrado. Revisé el texto completo y le di vueltas varias veces para tratar de mejorar la descripción, pero seguía sin ver dónde decía yo que mi pequeña era una preciosidad. Así que terminé por dejarlo.
Nada es perfecto y asumo que si no quedó claro es en parte culpa mía, aún hay mucho margen de mejora en mi escritura, pero el club me ha enseñado que a grandes escritores también les pasa y he descubierto que muchas veces, no son ellos los responsables de la confusión. En algunos comentarios puedes ver cómo los lectores están poniendo de su cosecha cosas que no se dicen en el libro (efecto secundario negativo del punto 2).
Como lectores, atacamos los textos desde nuestra experiencia y corremos el riesgo de rellenar los huecos con lo que esperamos que ocurra, porque siempre ha sido así para nosotros. Puede ocurrir que leamos un dato en un libro antes de haber entrado de lleno en la historia y lo olvidemos para insertar en su lugar lo que consideremos oportuno más adelante.
¿Qué he aprendido de esto? Primero, que el lector no siempre lleva la razón; si pregunto a otra gente (sincera y cruel) que lo ha leído y no está de acuerdo, entonces lo puedo considerar una reescritura mental de esa persona concreta. Segundo, ahora intento enganchar al lector a la historia antes de ofrecerle ciertas descripciones o hechos que considero que debe tener en mente y refuerzo el mensaje de distintas maneras a lo largo del texto. No siempre lo hago bien y no siempre funciona, pero esto trata de ir mejorando, no de ser siempre perfecto.
6. La tónica general es la falta de consenso
Considero que una de mis mayores virtudes como escritora es mi manera de gestionar las críticas. Me tomo las positivas con cautela y las negativas como un manual de estudio para mejorar mis textos (siempre que sean constructivas, claro).
No es una frase vacía, ni es magia, simplemente el tipo de trabajo que realizo en mi vida cotidiana me ha dado muy buenas herramientas para gestionar situaciones que para otras personas resultan más complicadas y una de ellas es ver las críticas como lo que son, ni más ni menos.
Sin embargo, este tema afecta muchísimo a la mayoría de la gente que conozco (no solo escritores) y pertenecer a un club de lectura aporta cierta perspectiva a este respecto. Nosotros hemos leído de todo a lo largo de estos años; desde clásicos inmortales hasta bestsellers de moda pasando por cualquier cosa que se os ocurra (sí, eso también). No ha habido consenso en prácticamente ningún caso.
Casi siempre hay alguien que opina que esa obra maestra es insufrible, gente que la adora e incluso el que simplemente ni fu ni fa. Unos dicen que ese bestseller es una maravilla y otros que no entienden que haya vendido siquiera un ejemplar.
Y si Asimov, Bradbury o Borges, por poner algunos ejemplos, no son capaces de gustar a todo el mundo. ¿Cómo esperas hacerlo tú? Así que relájate, sigue intentando mejorar y ¡disfruta!
Para todos aquellos que no habían disfrutado antes del dudoso honor de enfrentarse a mi ARTE hombrepalista, aclaro que todas las imágenes son originales y han surgido a partes iguales de una mente enferma y una mano inútil: la mía. Y sí, la cutre-calidad de las fotos también es marca de la casa.