¿Por qué las historias con tramas paralelas son el mal absoluto?

Quiero empezar disculpándome por haberte hecho el favor de no publicar ninguna entrada el mes pasado (de nada), pero una mudanza se ha interpuesto en mi camino y, si alguna vez has tenido que cambiarte de casa, sabrás que eso es sinónimo de no tener vida (a menos que esté dentro de una caja) en una buena temporada. De hecho, aún no he terminado y por eso la entrada del mes de abril te llega tarde y con unos hombres palo aún más lamentables de lo habitual. 

Foto reciente de esta humilde persona humana.

Dicho esto, entremos de lleno en el tema de hoy. Bueno, lo admito, quizá las historias paralelas no sean el mal absoluto, pero muchas veces sí son al menos el sopor profundo. Lo primero que quiero explicarte es de qué va esto de las historias paralelas para poder llegar después al motivo por el que muchas veces, en mi opinión, no funcionan.

Por historias paralelas no me refiero a libros corales con chopocientas tramas y muchocientos protagonistas. Así que no voy a criticar aquí autores como Martin o Abercrombie (cuya última trilogía es una maravilla en cuestión de ritmo. Bueno y de personajes y de giros en la trama y de… todo así, en general). No, fundamentalmente hablo de dos tipos muy concretos:

  1. Mismo personaje contando una historia en varios momentos diferentes del tiempo. Por ejemplo: Justicia Auxiliar de Ann Leckie.
  2. Varios personajes (entre dos y cuatro) narrando una historia desde distintos puntos de vista (normalmente desde lugares geográficos o momentos temporales diferentes). Por ejemplo: El priorato del naranjo de Samantha Shannon.
Con esta maravillosa ilustración lo entiendes mejor seguro.

Muchos libros cuentan con este tipo de desarrollo, pero la elección de estos ejemplos no es casual. Me pasó con ellos y con la Quinta Estación de N.K jemisin, por ejemplo, que, pese a que la idea me gustó mucho e incluso el balance final del libro pudiera resultar positivo, se me hicieron pesados de leer.

Incansable que es una (y preocupada porque algún día me pueda pasar a mí si me decidido a escribir una historia de este estilo), me detuve a analizar el motivo y descubrí que era muy sencillo: no hay equilibrio entre el nivel de interés de las tramas paralelas a lo largo del libro.

Tomemos el ejemplo de Justicia Auxiliar y cómo viví yo mi experiencia lectora. La novela nos muestra al personaje en el presente y nos va contando desde el pasado cómo ha llegado a esta situación. ¿Cuál es el problema? Que los sucesos del pasado y la información que la autora tiene que darnos son demasiados en comparación con lo que sucede en el presente. Por tanto, tenemos una historia que se desenvuelve correctamente y que va ganando tensión a medida que avanzan sus capítulos, permanentemente interrumpida por una trama en la que ocurre poca cosa y la mayoría de sucesos (y personajes) no aportan gran cosa a la trama. Cuando llegué al desenlace final, me quedé con la sensación de que lo verdaderamente relevante era lo ocurrido en el pasado porque la parte del presente apenas tiene impacto como para justificar su extensión.

¿A que parece todo igual de interesante?

En el caso del Priorato del Naranjo el problema es similar, solo que aquí nos encontramos con personajes cuyas historias no tienen los mismos picos de interés. Por ejemplo, mientras uno de ellos está luchando con dragones, haciendo magia y jugándose la vida, otro está estudiando en una escuela en plan Harry Potter para demostrar que es lo bastante buena como para hacer algo el resto del libro. Esa descompensación en las tramas crea un efecto muy extraño mientras lees, dando la sensación de que los problemas de algunos personajes no tienen relevancia al compararlos con los del resto.

En la Quinta Estación un personaje está aprendiendo a controlar unos poderes inmensos, mientras se ve obligado a hacer cosas con las que no está de acuerdo y a otro le roban los zapatos. En este último ejemplo, el personaje es una niña y, como tal, su historia quizá no se presta tanto a ciertas cosas como un adulto. Aun así, un crío puede ser testigo de muchas cosas interesantes (que también lo hace).

El problema se acentúa muchísimo cuando una de las tramas es la encargada de darnos información, mientras otra cubre la acción. De pronto te ralentiza la lectura un torrente de infodumping que no te interesa lo más mínimo porque tú lo que quieres saber es si Paquito Turgenstein ha sobrevivido (y la respuesta es no).

En definitiva, si tienes intención de escribir una historia con este tipo de estructura te suplico de rodillas que tengas cuidado con estas cosas:

  1. Intenta mantener las dos tramas en el mismo nivel de tensión y evita que una ralentice a la otra.
  2. Diseña conflictos que tengan un nivel similar, es decir, no permitas que unos se jueguen la vida y otros pierdan un euro al volver de comprar el pan.
  3. Dosifica la información que aporta cada una de las tramas para que una de ellas no se convierta la pesadilla de quien se acerque a tu novela.
  4. No montes esta estructura si las dos tramas no son capaces de justificar una longitud similar. No estires una de ellas solo para cubrir el expediente dando vueltas sobre cosas que no van a ninguna parte.

¿Son estos consejos buenos y universales? Por supuesto que no. Como ninguno de los que doy habitualmente y que no me ha pedido nadie. Pero si te planteas escribir una historia de este tipo, al menos, dale una pensada a estas cuestiones, aunque sea para mandarme a freír paraguas.

Te lo estoy pidiendo de rodillas, no seas así.

Para todos aquellos que no habían disfrutado antes del dudoso honor de enfrentarse a mi ARTE hombrepalista, aclaro que todas las imágenes son originales y han surgido a partes iguales de una mente enferma y una mano inútil: la mía. Y sí, la cutre-calidad de las fotos también es marca de la casa.

Un comentario en “¿Por qué las historias con tramas paralelas son el mal absoluto?

  1. Soy muy dada a escribir historias en las que distintos personajes cuentan su propio punto de vista de la acción, así que agradezco los consejos, porque a fin de cuentas son percepciones de una lectora que a fin de cuentas es a quien va destinada la novela.

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