Tres buenos consejos literarios que se volvieron contra mí

A veces, hay que descansar hasta de las cosas que hacemos porque nos gustan y, por eso, decidí tomarme un descanso de la escritura cuando me cogí las vacaciones de verano en el trabajo. Pero la calma no podía durar para siempre y ya estoy de vuelta tras el parón veraniego.

Hoy vengo a hablar de uno de los muchos temas cíclicos en las redes sociales y que estos días he vuelto a ver por esos mundos del internet: consejos de escritura sí o no. Mucha gente comentaba cuáles eran los que les parecían peores y más peligrosos. En mi caso, me he parado a pensar no en los consejos que no encajaban conmigo, sino en aquellos que siendo útiles y habiéndome ayudado a mejorar en mi escritura, terminaron por írseme de las manos.

Cuando retomé la escritura tenía bastante más ilusión que conocimientos. Lo normal en un caso así, hubiera sido apuntarse a algún curso para aprender los cimientos antes de volverme loca comenzando nuevos proyectos, pero siempre he sido autodidacta (eufemismo para decir que me muerto de vergüencita solo de pensar en hablar con desconocidos), así que decidí que mi mejor opción era prepararme por mi cuenta leyendo blogs y libros sobre escritura.

¡Ay, la vergüencita!

No me arrepiento de haber tomado esa decisión. Al fin y al cabo, es mejor formarte por tu cuenta que no hacerlo en absoluto y, especialmente, porque así fue como descubrí algunos de los estupendos cursos que he hecho después. El mundo está lleno de grandes profesionales con muchísimo conocimiento y he aprendido tantas cosas acerca del noble arte de escribir desde que lo retomé, que aún estoy sorprendida. Sin embargo, el problema viene cuando empiezas a tomarte cada consejo como si fuera una ley y terminas cometiendo errores aún peores.

Como me encanta hablar de mis meteduras de pata y otros errores absurdos, sin más preámbulos, te presento la lista con el top 3 de los consejos que más daño le han hecho a mi escritura al pasarme llevándolos al extremo. Hay otros consejos que también me han influido negativamente y otros que, sencillamente, descarté sin llegar a darles una oportunidad porque tenía claro que no eran para mí, pero estos son con los que más me esforcé hasta que terminaron por darse la vuelta y atacarme:

1. No lo cuentes, muéstralo:

Uno de mis mayores problemas a la hora de escribir es que tengo una tendencia a la expansión sin límites y lo último que necesito es que alguien me anime a contar todavía más cosas de las que ya cuento.

Como te descuides, invado tu casa o un país vecino.

No me malinterpretes; este consejo es uno de los pilares de la escritura y estoy de acuerdo con él al cien por cien. Tenerlo en mente a la hora de escribir, estoy segura de que ha mejorado considerablemente todas mis obras. Sin embargo, también terminó por crear un desagradable efecto secundario del que aún no he conseguido librarme del todo.

Cuando comencé a aplicar este consejo, lo hice a lo duro. Que unos señores aleatorios de una aldea perdida que se menciona de pasada estaban tristes después de que el paso de un ejército enemigo les hubiera dejado con lo puesto, nada de poner sencillamente que la aldea estaba sumida en la tristeza, ni hablar. Tocaba describir los gestos, las miradas, las expresiones de cada uno de los pobres aldeanitos para que quien lo leyera fuese capaz de comprender que están tristes (porque aparentemente, el hecho de que casi mueran todos masacrados no permite intuir que lo mismo, lo mismo, esa gente no está para muchas fiestas).

El problema es que no puedes mostrarlo absolutamente todo, menos aún si estás escribiendo un relato de mil quinientas palabras. Así que, hay que aprender a diferenciar cuándo hay que aplicar esta regla y cuándo no, porque si muestras absolutamente todo lo que pasa, tu historia no avanza y el lector se aburre de miradas y gestos que remarcan lo obvio.

Me ha costado bastante aprender a distinguir cuándo debo pasarme esta regla por el forro y todavía dudo en ocasiones, pero ahora al menos tengo un poco más claro que no puedo contar que mi protagonista se está enfadando, pero sí puedo decir que Secundario aleatorio número siete abandonó la sala furioso porque, sinceramente, nadie conoce a ese señor lo suficiente como para que yo te diga que apretó los puñitos con fuerza y sepas si está enfadado o tiene la manía de hacer ese gesto cuando está alegre desde que era pequeño.

Mira qué majo, cómo sonríe mientras aprieta los puñitos, que no sabes si está superfeliz o si está pensando en matarnos a todos.

2. La estructura de los diálogos:

En algún momento de mi aprendizaje, leí que era aconsejable utilizar las acotaciones para mostrar (muahahaha) lo que estaba ocurriendo o hacer avanzar la acción y, la verdad, me pareció una idea estupenda. Además, a mi tendencia a la verborrea le encantó: ¿para qué quieres poner una acotación que simplemente diga quién dijo qué en tres palabras cuando puedes aprovechar para colar ahí otras dos o tres frases bien ricas?

Una vez más, este consejo, norma de escritura o como prefieras llamarlo, es maravilloso. Es completamente cierto y hace el texto mucho más ameno y fácil de leer que separarlo en diálogo por un lado y tocho descriptivo por otro. ¿Dónde está el problema entonces? En que las acciones que se realizan en las acotaciones tienen que ser relevantes para la trama o los personajes.

Que sí, que todos hacemos miles de cosas mientras hablamos y decir que Protagonista dos se rascó la barbilla aporta mucho realismo, pero no nos hace comprender qué siente ni le vemos hacer algo que debería estar haciendo en esa situación ni nada en absoluto. Yo me toco la cara una media de ocho mil veces por segundo, a veces más (¡gracias pandemia por descubrirme estas cosas tan fascinantes sobre mí misma!). Cada conversación que tengo con alguien podría llevar todo tipo de acotaciones explicando cómo me coloco el pelo, cómo me rasco, me toco la barbilla, la mejilla, la nariz… porque lo hago a todas horas. Y ahora que sabes esto de mí seguro que comprendes mejor lo que siento, dónde estoy y qué está pasando, ¿a qué sí?

No, claramente no, porque son actos reflejos que no significan nada en absoluto. Sin embargo si te digo que me muerdo una uña posiblemente pensarás que estoy nerviosa (cuando la realidad es que estoy mintiendo porque no me muerdo las uñas desde los trece años más o menos) o si te digo que me aparto para que el camarero me sirva la comida lo normal es que des por hecho que estoy en algún tipo de restaurante (que ya lo sabrás porque lo habré descrito, pero además verás que no solo hay un narrador que dice que estoy allí sino que yo como personaje he ido porque quiero comer, ¡maldita sea!).

¡Feeeeed me!

¿Quiero decir con esto que no puedas decir que alguien se apartó el pelo o se rascó la nariz? Por supuesto que no, es una forma de dar vida a los personajes como otra cualquiera y cada uno que describa lo que le parezca, ¡faltaría más! Es solo que hay que tener un poco de mesura y, en mi caso, añadir detalles por el simple amor a añadir es ya una patología previa y debo tener cuidado para controlarme.

3. Las repeticiones:

En este caso, no se trata tanto de cantidad de información como de calidad. Creo que estamos todos de acuerdo en que es necesario evitar la repetición no deseada de palabras. Es decir, el que quiera jugar con ella es libre de hacerlo, pero si simplemente utilizamos la misma palabra una y otra vez por no pararnos a pensar en otra más adecuada… ¡Todo mal!

El problema viene cuando llevados por la obsesión de no repetir, buscamos sinónimos para absolutamente todo con tal de no utilizar la misma palabra dos veces. En muchos casos, se puede encontrar una forma aceptable de sustituir un término por otro o darle una vuelta a la expresión que se está utilizando, pero en muchos otros los sinónimos que podemos encontrar no significan los mismo y debemos escoger entre utilizar la misma palabra o perder matices.

Además, emplear ochenta formas distintas de decir una cosa en un mismo párrafo o utilizar sinónimos rebuscados, puede llegar a distraer más al lector que la calidad que ganamos al evitar las repeticiones. Y eso no es lo que queremos.

Como siempre, esta es solo mi experiencia. Es posible que este tipo de problemas de llevar las cosas más allá de lo razonable sean un problema solo mío, pero creo que, en mayor o menor medida, casi todos los escritores tienen algún consejo que se les atraganta. ¿Estás de acuerdo conmigo?

Para todos aquellos que no habían disfrutado antes del dudoso honor de enfrentarse a mi ARTE hombrepalista, aclaro que todas las imágenes son originales y han surgido a partes iguales de una mente enferma y una mano inútil: la mía. Y sí, la cutre-calidad de las fotos también es marca de la casa.

Un comentario en “Tres buenos consejos literarios que se volvieron contra mí

  1. Me encantan los dibujos de palitos, están a la altura de mi genialidad pictórica 😂. Fuera coñas, me parece una gran virtud hacer de dibujos como éses un elemento más que hace que el texto se enriquezca.

    La verdad es que yo también soy autodidacta y al principio leía miles de consejos de escritura, ahora procuro leer sólo cuando me hacen falta para no saturarme. Lo de las acotaciones me pasa, pero estoy aprendiendo a narrar antes del diálogo para mostrar qué pasa y que las interrupciones sean menos densas, porque si me dejas hago una parrafada tremenda. Con las reiteraciones estoy de acuerdo, he cometido la insensatez de sustituir palabras por otras que no significaban lo mismo y hacían que te dieras con la mano en la frente.🤦

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